Estamos finalizando el curso, un curso complicado a nivel profesional y emocional. Queríamos cerrar este espacio cómplice con el testimonio de una compañera veterana en el puesto. Tanto es así, que nación como coordinadora de interculturalidad cuando nació el plan y de la que aprendemos a diario.
Desde la etapa de Educación Secundaria ha crecido y ha hecho crecer al alumnado que ha pasado por sus manos, unas manos sensibles y profesionales que dejan huella cada curso.
·
¿Recuerdas como afrontaste tu
primer año de coordinadora de interculturalidad? (Por ejemplo, emocionalmente,
en la relación con compañeros y el equipo directivo, con la administración y
burocracia y con el propio alumnado).
El 2007, mi primer año de coordinadora de Interculturalidad,
supuso una caída libre, afortunadamente con red: Rachid, mi primer alumno, puso
a prueba todo lo que supuestamente había aprendido en el curso de coordinadores,
enseñándome que mis mejores maestros en mi centro educativo serían el día a día,
y los Yuri, Diego Alejandro, Paulo… y las Xinyan, Nelly, Ecaterina que
aterrizaran, llegaran a nado, en barco, camuflados entre familiares con papeles,
etc.
Contaba con todo el apoyo del equipo directivo, incondicional en
el caso del director que me propuso como coordinadora, “un trabajo que te viene
como anillo al dedo por tu sensibilidad”. Muchos compañeros se mostraron
reticentes por una visión del alumnado de Interculturalidad que (seguro) todos
vivimos aquellos primeros años: “Si no sabe español, ¿cómo voy a enseñarle
Geografía e Historia. Llévatelo/la todas las horas que puedas, para que aprenda
pronto. Y, de momento tengo que suspenderle hasta que pueda hacer algo de mi
asignatura”.
Afortunadamente, en mi centro, este virus fue vencido mucho más
rápidamente que el del COVID19. Y sin distancias ni mascarillas, porque la
ayuda del ADI (la red) desde los primeros momentos fue fundamental para
avanzar: a telefonazo limpio (años después ya habría que dejar constancia por
escrito de nuestras demandas) nos resolvían las cuestiones más variopintas y
las herramientas que nos proporcionaron (los 100 primeros días; la programación
de L2; el cómo abordar un área con un alumno que desconocía el español; los instrumentos
de evaluación que tranquilizaron la conciencia de muchos profesores…) fueron
allanando nuestro camino.
"El 2007, mi primer año de coordinadora de
Interculturalidad, supuso una caída libre"
·
Si pudieras hablar con tu YO
del pasado ¿qué cosas te recomendarías volver a hacer y qué cosas no
repetirías?
Empezando por lo que no repetiría, diría que los errores. Aunque,
para mí el error es una forma más de aprendizaje, eso sí, siempre que no afecte
negativamente a otros.
Nunca repetiría el tratar de imponer la visión intercultural
(llamémosle así) a los compañeros y compañeras reticentes a tratar a este tipo
de alumnado en su justa medida, a esa gente para quien la diversidad son esos
pobres que no saben nada porque no saben español o porque en su país no han
aprendido nada; a esos pobres que no llegan, ni llegarán, y por eso voy a dejar
que vayan por el camino más fácil (como si tuviésemos el poder de leer el
futuro ajeno)…, esa gente que actúa movida por la pena, la condescendencia, y
regala aprobados por eso, o por no buscarse problemas: ir por el camino más
largo y aparentemente difícil requiere esfuerzo y siempre cuesta (aprender
metodologías nuevas, adoptar nuevas perspectivas… “cambiar el chip”). Rechazo tanto esa visión paternalista de la
Interculturalidad que, en alguna ocasión, me hizo equivocarme y tomar el camino
más corto para no chocar con colegas.
Repetiría una estrategia: la búsqueda de “alianzas”. Este era mi
“programa de actuación” no escrito ni entregado en Inspección: intentaba
ganarme en primer lugar al “sector duro”, el de asignaturas “muy de lengua”
como Geografía e Historia, Biología… Elaboraba (o buscaba) para ellos
materiales adaptados que les facilitaban su tarea, y organizaba mis tres horas
(nunca tuve más) para trabajar también aspectos de su asignatura. Y les agradecía
su esfuerzo. Y frente al otro sector (tanto o más duro que el primero) mostraba
mi (aparente) debilidad para valorar conocimientos no lingüísticos y les daba
el poder de control sobre cuál era el punto de partida de cada chico o chica
desde el currículo de su área. Hablaba mucho con todos, alababa su trabajo,
dejaba caer mis comentarios, sin imposiciones y… cuajaban. Un amigo mío me
aplicaba siempre este dicho: “Tienes un pedir, que parece que estás dando”. Esta
forma de actuar prácticamente siempre me ha funcionado.
·
En tu práctica qué te ayudó y
que aspectos podrían haber facilitado tu labor.
Mi primera ayuda fue la formación
inicial en Viérnoles (2006) que supuso una apertura de ojos (más que de
mente). A continuación, el ADI, aquellos
primeros profesionales como la copa de un pino, compañeros y compañeras de
viaje, con los pies en la tierra (el aula, el centro educativo, la Consejería…)
pero también aspirando al cielo (el futuro de las personas, una nueva y
necesaria dimensión de la educación…). [No digo nada de los actuales porque eso
ocupa más de las 300 palabras de un examen de nivel de EOI. Inclúyase aquí un
emoticono de guiño y otro de corazón].
Luego, la formación continua más
variada, desde los cursos de verano de la UIMP (ELE, español para inmigrantes,
no alfabetizados…) en los cuales conocí a gentes de otros mundos y otras
culturas, hasta la de nuestros CEP, cursos y seminarios en los cuales aprendimos
un poco más, compartimos experiencias, apoyamos y quitamos un poco el miedo a
los novatos y novatas que nos recordaban nuestros primeros años. Y no voy a
dejar de señalar mi mochila personal que, sin haber recorrido muchos países, me
ha enseñado bastante (y lo que me queda por aprender) en el mundo de la
diversidad: tener hijos calificados como personas con discapacidad me ha
enseñado la cantidad de capacidades diferentes que todo el mundo tiene para
seguir adelante con cualquier tipo de dificultad a la que se tenga que
enfrentar. A eso, y a hacer todo lo posible para que esas capacidades salgan a
la luz y sean valoradas por los demás.
¿Me habría ayudado tener una Comisión de
Interculturalidad? Sí y también, pero como desde el principio me dijeron que solo
habría horas para la coordinadora, busqué esas alianzas (ODS 17) para poder
llevar a cabo mis tareas lo mejor posible.
· ¿Qué aspectos de tu trabajo como coordinadora de interculturalidad te han enriquecido como docente y han recompensado el esfuerzo realizado?
Mi
trabajo como coordinadora me ha enriquecido tanto a nivel profesional como
personal. Como docente he aprendido muchísimo a la hora de gestionar la
diversidad en el aula y creo que he ayudado un poquito a que otros colegas sintieran
que esta visión era necesaria en sus aulas (aquí va una recompensa). Materiales,
metodologías, herramientas informáticas utilizadas de forma más habitual en la
enseñanza de español a extranjeros… las he aplicado en mi asignatura (Lengua
Castellana y Literatura) y algo de ello ha quedado incorporado a nuestra
programación (otra recompensa) con la intención de abrir resquicio a una visión
no academicista, que es muy común entre colegas del área.
Me ha recompensado (además de lo señalado) encontrarme con antiguos “alumnos y alumnas de Interculturalidad” y/o sus familias que me han saludado con cariño por la calle o se han parado a hablar conmigo y me han contado sus avances.
Para
terminar debo decir que, si la máquina del tiempo retrocediera al 2006,
volvería a aceptar este reto, no tanto por lo que ha supuesto como
enriquecimiento profesional, sino como desarrollo personal por toda la gente
que he conocido (alumnos y alumnas, familias, compañeros y compañeras, etc.).
"...si la máquina del tiempo retrocediera al
2006, volvería a aceptar este reto, no tanto
por lo que ha supuesto como enriquecimiento
profesional, sino como desarrollo personal por
toda la gente que he conocido (alumnos y
alumnas, familias, compañeros y
compañeras, etc.)."
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